14 de agosto de 2014

Mario

Se me perdieron las palabras. Hace años, las muy escurridizas. Se me escondieron debajo de las piedras, las piedras que no me saco, las piedras que tengo dentro, hechas de lagrimas, hechas de sal, hechas de rabia. A veces quieren salir, se retuercen, duele. A veces se convieren en sueños, pesadillas pobladas de carretas llenas de muertos, de vestidos de novia ensangrentados, de bebes no nacidos, de cuerpos desmembrados, de canciones que no suenan, de guitarras sin cuerdas, destrozadas contra las paredes pintarrajeadas de algun bar de mala muerte. A veces, si estoy frente al mar, se logran colar y se aparecen diafanas en el centro de mi mente vacía, y lentamente me hacen dibujar una sonrisa. A veces, las muy bandidas, engañan a mi mente mientras duermo y me sueño entonando, afinadisima, una cancion hermosa, llena de armonias perfectas y versos poderosos. Luego despierto y la tristeza es profunda y gris. Sin palabras y sin canciones. Hoy pienso en Mario y sus ojos verdes. Mario tomando cafe. Mario enseãndome a manejar hace treinta años. Mario explicandome lo que queria decir recuperar. Mario jugando con las palabras y haciendonos reir. Mario siempre con una sonrisa burlona frente al mundo. Mario muerto y yo arrastrando esta maldita soledad por el mundo, atada a mis tobillos con una cuerda-trenza hecha de palabras que no dije, de cosas que no hice, de besos que no di.

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