13 de agosto de 2007

George

George era un anciano que se llegaba a estar todas las tardes a la estación del tren. A veces parecía perdido en sus pensamientos, con los ojos rojos no se sabía si por el alcohol o por las lágrimas. Hablaba y hablaba pero nadie entendía lo que decía, sus dientes estaban podridos y algunos ausentes ya, quien sabe desde cuándo o por qué. Pero llegaba todos los días, claro, no era porque fuese muy amigable o porque se sintiera solo, necesariamente. Era porque sabía que a ciertas horas en la cafetería de la estación los dependientes estaban obligados a tirar a la basura todos los panes que no se habían vendido en las últimas tres horas. Entonces algunos le daban panes y café a escondidas porque no está permitido, quiera Dios, que en un negocio que es propiedad de una cadena de franquicias, alguien regale ni las sonrisas. A veces llegaba George bien limpiecito, con un traje azul y una camisa blanca muy planchadita, su corbata de mariposa. A veces llegaba todo sucio, con un traje camuflageado, con una medalla quien sabe de qué época colgada en el pecho, y desvariando.

Una vez llego con un señor algo mas joven, pero que igual es miraba un poco sucio, un poco alcoholizado. Esa vez llego hasta la caja y con mucho orgullo me pidió un café y un sándwich, un pastel. Me dijo “lo voy a pagar” este es mi hijo y me ha invitado para ir a Sheffield. Yo no se si era mi imaginación o qué, pero en sus ojitos había algo así como orgullo.

Tres días seguidos no vimos a George en la estación.

Luego volvió, y estaba tan triste. Casi no habló, apenas se levantó de la silla en la que halló acomodo. Pobrecito George, pensaba yo. Tan solito.

Un día George dejó de llegar a la cafetería. Resulta que le prohibieron la entrada porque en la tienda de al lado se robó unos dulces.

Pobrecito George.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Oye Lula, que depresión me transmitió tu relato! No sé si estás por abrirte las venas con un tenedor o si querías que lo hiciéramos nosotros, pero lograste que George entrara a nuestras almas.
Estás bien?
Me alegra tu vuelta al blog, no nos abandones!
Alicia